“Después de la tormenta viene la calma”
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“No sientas la tormenta piensa en un lugar feliz”

Tratemos de imaginar que somos un capitán de barco y vamos navegando en la mitad del océano. De pronto inicia una tormenta que produce olas gigantescas y la situación empieza a complicarse. Un amigo que va en el barco te dice “tranquilo que después de la tormenta viene la calma”.

Siento que esta frase tan utilizada por muchos, ha perdido su sentido original. La frase menciona ‘la tormenta’, pero cuando alguien la trae a una conversación, pareciera querer expresar algo como: ‘no sufras, no te preocupes’. Y la pregunta aquí es ¿por qué tememos tanto a las emociones negativas? ¿qué ganamos con salir ‘corriendo despavoridos’ para huirle a dichas emociones?

Cada uno tendrá sus razones, pero para este artículo quiero entrar a ver lo que nos perdemos al salir despavoridos huyéndole a estas emociones en momentos de coyuntura.

Al tratar de ‘dejar de sentir rápido esa emoción, podemos perder percepción de la realidad que se está dando en ese momento. Por ejemplo si alguien cercano murió, hay un sentido de pérdida, somos seres sociales, la reacción normal es extrañar la presencia de esa persona… ¿por qué no hacerlo?… Recorriendo el duelo es que podemos procesar la pérdida y realizar las reacomodaciones de la vida para seguir adelante.

Sólo vuelvan a la escena del barco…  vienen unas olas gigantes que amenazan con hundir la embarcación. Un amigo llega y les dice “tranquilo después de la tormenta viene la calma”… Mi sensación es que un buen capitán va a decir “cállate… miren esa ola que bien ahí, giren a estribor, cierren las compuertas, avisen a la tripulación, ubíquense todos en un lugar seguro, ahora mismo!!!!”…

Ahí no me interesa pensar: “después vendrá la calma”… necesito estar atento, activar mi emoción de alerta, estar dispuesto a atender el momento, a procesarlo, y no disociarme pensando en “mañana va a salir un sol muy bonito’…

Siento importante permitirse vivir la tormenta, aprender de ella, aprender a navegarla e incluso disfrutar de forma presente (no disociada), ese momento de reto, de dolor, de tristeza, de miedo… y luego celebrar el momento en que vuelve a salir el sol… salir lleno de todos esos aprendizajes que logré tener por tener los ojos abiertos durante la tormenta.

Mas bien, digámosle a nuestros seres cercanos “qué gran tormenta en la que estás, aquí estoy para acompañarte a recorrerla si quieres…” y luego de reconocer la realidad actual puedo completar mi frase diciendo algo como “me alcanzo a imaginar que podremos disfrutar y celebrar cuando baje la marea”.

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